Fragmentos del ensayo: La muerte como cambio

El hombre no puede escapar a la confrontación con la muerte ya que diariamente está en contacto con ella, desde que nace, es un ser signado por y hacia la muerte -llamémosla cambio o fin-, está latente en el día a día. En su aproximación a este desenlace encuentra que no tiene más que dos posibilidades: o bien hay una vida después de la muerte, o no la hay. En cualquiera de estas dos formas, el hombre occidental concibe ordinariamente su propia muerte como una extinción repentina, como aquella falta de la presencia la cual baña de contextos sociales importantes. Esta actitud le hace llegar hasta las últimas posibilidades de prolongación de su vida física y no sólo de la propia, si no el aferramiento a la de algún ser querido, que aunque se encuentre en estado deplorable no se le permite la extinción del mundo terrenal, lo que funciona como una especie de control psicológico colectivo, haciéndole fijar su atención sobre los aspectos cuantitativos de la vida humana, ignorando a menudo los valores cualitativos. Esto puede ser una actitud nociva, ya que todo tiene que seguir su ciclo, necesitamos muerte para que haya vida y viceversa, al momento de dejar esto en claro, el sentimiento de apego se hace menos, y damos paso a colaborar con un proceso que al fin de cuentas va a llegar, ya que es cierto, lo podemos alargar, pero siempre llega.
Tal como dice Buda: sabré que he de envejecer enfermar y morir por el sólo hecho de haber nacido. ¿Qué es la muerte? Técnicamente, es la extinción del proceso homeostático, sin embargo, el impacto que la muerte tiene en el ser humano y el dolor que la perdida representa para el hombre, nos habla de un fin de la vida. La consumación total de la presencia física.
Dos cosas tenemos la certeza en esta vida, la primera de que hemos de morir y la segunda que ciertamente no conoceremos nunca sino hasta que suceda, el momento de nuestra muerte. Esa manía inherente al ser humano de poner fin a las cosas o a las situaciones se debe a la conciencia de la existencia efímera de la cual es sujeto en su condición humana. Es parte de la vida diaria enfrentarnos a la muerte, al fin, a la expiración de algo, no solo de alguien; de una rosa, de una vela, de un atardecer, al momento de terminar la bufanda que mamá tejía con tanto amor, diariamente y a menor escala nos enfrentamos a perdidas; una persona tras quedar lisiado por un accidente llega a su fin y lo conocemos ahora cómo Juan Pérez el que se accidento y quedó cojo. A cada momento experimentamos la sensación de la perdida y eso a fin de cuentas es la muerte, entonces porqué nos asusta tanto, será por que los seres humanos desde el inicio de los tiempos han querido develar el misterio de la muerte y la han mitificado y hecho una figura de horror y misticismo trata de evadir cualquier explicación racional del proceso de fin. Pero por qué es la muerte una figura cargada de tanto pesimismo, al fin de cuentas, no es aquella el motor de la vida. El ser mortales, es decir que tengamos una fecha de expiración nos hace movernos, actuar y tener un propósito en la vida, o bueno, al menos morir ya es un propósito en sí, pero lo que se menciona es, que gracias a la figura de la muerte jorobando en la espalda, el ser humano ha sido capaz de crear y transforma lo que hay a su alrededor para que en su paso por al tierra, dejen huella de haber existido, de haber estado en este tren de paso que es la vida.

*17/12/2006 Diario Presente,

Karely Hernández